The perception, acceptability and management of risks are social construction. Consequently, in managing public health crises, the gap between facts, beliefs and feelings tests the responsiveness of official institutions to health alarms that can be objective, potential, or imaginary. On balance, a strong point of the Spanish experience of health crises is the presence of clinicians and public health officers working in an organization capable of responding adequately, although the quasi-federal Spanish political structure has both advantages and disadvantages. Weaknesses include the low profile given to public health and a management structure that relies too heavily on partitocracy. The management of these crises could be improved by transferring greater scope to health professionals in decisions about crisis identification and management (with transparency) and limiting bureaucratic inertia. For some, health crises involve visibility or business opportunities (not always legitimate). Therefore, the perception of crisis will increasingly rest less in the hands of experts and more in those of groups interested in spreading these crises or in providing solutions. While progress is needed to develop participation in strategies to respond to emerging crises, even more essential is the involvement of all healthcare levels in their preparation and dissemination.
La percepción, la aceptabilidad y la gestión de los riesgos son construcciones sociales, por lo que en el manejo de las crisis de salud pública la distancia entre hechos y creencias y sentimientos pone a prueba la capacidad de respuesta de las instituciones oficiales sanitarias ante alarmas que pueden ser objetivas, potenciales o imaginarias. Del balance de la experiencia española ante crisis sanitarias destaca como punto fuerte la presencia de profesionales clínicos y de salud pública en una organización capaz de dar respuestas adecuadas, si bien la estructura política española, casi federal, tiene ventajas e inconvenientes. Como puntos débiles destacan la escasa relevancia concedida a la salud pública y una gestión sanitaria excesivamente dependiente de los aparatos partitocráticos. Tanto transferir a los profesionales sanitarios mayores espacios en las decisiones sobre la identificación y la gestión de las crisis (con transparencia) como limitar la inercia burocrática pueden ayudar a mejorar la gestión de las crisis sanitarias. Para algunos, las crisis pueden suponer oportunidades (no siempre legítimas) de negocio o protagonismo, por lo que la percepción de las crisis cada día será más ajena a los expertos y más determinada por colectivos interesados en propagarlas o aportar soluciones. Se necesita avanzar en el desarrollo participativo de estrategias de respuesta a las crisis emergentes, pero más aún en la implicación de todos los niveles sanitarios en su elaboración y conocimiento.
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